Pero detrás de todos estos números que cobran relevancia con el saludo final y la ovación del frenético público chino, hubo un intenso partido que atravesó todos los microclimas posibles.
GettyAsí quedó la raqueta de Djokovic en el primer set |
En la segunda manga, sin embargo, ya todo cambiaría: aun con falencias en el saque, ambos bajaron considerablemente la cuota de errores del primer parcial y solo cedieron una chance de quiebre. Murray fue el primero en disponer de ella y la aprovechó en el séptimo game para liderar por 4-3; de inmediato, el británico confirmó el break con solvencia y se aseguró servir para el partido.
Y allí fue Murray, ya 5-4 y con todas las miradas puestas sobre él. Como en el Arthur Ashe, un mes atrás. Mismo rival, misma instancia, misma situación. Otra vez contó con puntos rápidos y efectivos: en un abrir y cerrar de ojos, estaba 30-0. A dos puntos de otro título; del tercero consecutivo en Shanghai, donde jamás había perdido un partido.
Pero a Djokovic jamás hay que darlo por vencido. Ya lo había aprendido el propio Murray en el US Open. Y esta vez lo terminó sufriendo. Nole resistió y hasta salvó un match point en ese décimo juego, con una tranquilidad y un oficio que habían brillado por su ausencia en el primer set.
La furia se había trasladado del lado británico: era Murray ahora quien protestaba en voz alta y tiraba su raqueta contra el suelo. Ya Djokovic había hecho valer su oportunidad -lo dicho: quebró en la única chance que tuvo- y ahora el set se definía en tiebreak.
GettyNole, en el centro de la escena |
La historia pudo haberse cerrado allí, claro, porque el escocés dispuso de otros cuatro puntos para partido. Pero Djokovic sacó a relucir todo su repertorio, se mantuvo siempre en pie y, tras desperdiciar tres set points, definió el tiebreak por 13-11 y equlibró el juego; o, más bien, terminó de inclinarlo para su lado.
Es que en el tercer parcial los roles ya eran extremos: Murray parecía luchar para seguir en partido ante un Djokovic cada vez más certero y confiado; hasta su saque mejoró: el 53% de efectividad en el primer servicio mostrado en el segundo set se transformó en un sólido 71%. Allí consiguió dos de sus únicos tres aces. Y, como consecuencia de su crecimiento, allí también transitó sus juegos de servicio sin sufrir chance de quiebre alguna.
3-3 en el segundo set, Murray quebró y parecía tener todo controlado; perdió su oportunidad. 3-3 en el tercero, Djokovic no perdonó. En su segunda posibilidad de quiebre en el parcial, el serbio tomó definitivamente las riendas del juego y esta vez no habría vuelta atrás. Una confirmación y un nuevo quiebre le darían números finales al encuentro. Un marco tan distinto al inicial que parecía otro partido.
Del lado de Murray ya no había ganas siquiera de estrellar nuevamente la raqueta contra el piso. La chance se había escapado en el segundo set. El tercero estuvo de más. Se jugó por inercia. Y así resultó. Djokovic volvió a terminar un domingo subido a lo más alto del podio y con justicia. Con París y Londres en el camino, el N°1 vuelve a aparecer proyectado en escena. ¿Podrá alcanzarlo?.
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