Estaba ahí. Amenazaba, pero no concretaba. Andy Murray ya había ganado ocho
torneos Masters 1000 en cemento, dos en cada uno de los cuatro años últimos.
Pero le faltaba dar el gran golpe. Sí, claro que maravilló a todos al ganarle al
suizo Roger Federer el oro en los Juegos Olímpicos de Londres. Igual, sabía muy
bien que para graduarse de fantástico, realmente, debía obtener un Grand Slam. Y
vaya si el escocés lo hizo posible en el US Open, siendo el primer 'Major' de un
británico en 76 años.
Cuántas frustraciones y gestos adustos de Murray en búsqueda de ese sueño de
todo tenista, de conseguir uno de los cuatro grandes campeonatos. De hecho,
había perdido sus primeras cuatro finales de Grand Slam, hasta que en Nueva York
logró sacarse esa espina, la misma que tuvo clavada su actual coach, el
checo-estadounidense Ivan Lendl, quien también padeció cuatro caídas en finales
de primera línea hasta poder gritar campeón.
Vaya la casualidad del destino. Como el hecho de que justo se cumplió la
fecha exacta de 76 años desde el anterior festejo de un británico en un 'Major',
cuando Fred Perry logró el Abierto de Estados Unidos de 1936. Otros tiempos,
otros colores, otros escenarios& Al final le llegó el tiempo del desahogo a
este escocés muy poco adicto a las celebraciones efusivas y a las hazañas
memorables. Y lo hizo ayudado por ese plus de confianza que le otorgó el triunfo
en la cita olímpica, previa caída ante Federer en su amado Wimbledon.
Es cierto que Murray y todo el público británico hubiesen querido que este
momento se concretara en La Catedral, en ese césped sagrado, pero la verdad es
que aquellas dos actuaciones recientes le sirvieron de trampolín para llegar más
firme psicológicamente a este US Open. Y este torneo ya quedará en la memoria de
este fanático del fútbol y del Glasgow Rangers, hijo de Judy, esa madre ex
entrenadora de Andy, que se desespera con cada actuación suya.
Por eso, ahora este jugador tan completo, versátil, apoyado en su gran
defensa y contragolpe, que últimamente viene soltando mucho más la mano derecha
y arriesgando, se terminó de consagrar como uno de los cuatro fantásticos. Venía
dando batalla, ganaba y perdía contra el rey Federer, con el español Rafael
Nadal, esta vez ausente por lesión en Flushing Meadows, y frente al serbio Novak
Djokovic, su vencido en esta finalísima de casi cinco horas, pero necesitaba un
triunfo así. Sin ninguna duda.
ANDY, ENTRE LOS GRANDES
Con 25 años, la misma edad de Djokovic, es ahora Murray el nuevo ganador de
un 'Major', quizás el primero de una interesante lista. Es ahora, más que nunca,
su gran responsabilidad poder mantenerse en la lucha, ya no sólo de juego y
actitud, sino especialmente mental, para seguir mezclándose con Federer, Nadal y
Djokovic a la hora de repartirse los máximos trofeos del circuito y hasta pelear
por la cima. Tenis y variantes tiene y de sobra, por eso la clave pasará por el
decisivo rubro psicológico.
Pensar que 29 de los 30 últimos Grand Slam los habían ganado los tres
monstruos citados, cada uno con su estilo y a su manera, con la excepción del
argentino Juan Martín del Potro, dueño del US Open 2009. Esta vez, le llegó el
ansiado turno a Murray y, con esto, se completó una temporada histórica, con
cuatro varones distintos que se adjudicaron los 'Majors', como no ocurría desde
2003. Pensar que hace nueve años Federer ganó el primero de sus 17 grandes
títulos, en Wimbledon, y esta vez repitió allí.
Todo esto demuestra las huellas que deja esta consagración del escocés, el
tercer campeón del US Open como juvenil (festejó en 2004) y profesional. Habían
transcurrido cuatro años desde su primera definición de Grand Slam, cuando cayó
ante Federer en el cemento de Nueva York, y ahora sí se dio el lujo de coronarse
para sacar realmente chapa de fantástico. Es cierto que tenía pergaminos de peso
y hasta llegó a ubicarse en 2009 como 2º del ránking de la ATP, pero debía
saldar esta deuda personal.
Con esta victoria, Murray desplazó a Nadal del 3º puesto y regresó al podio,
detrás de Federer y Djokovic. Igualmente, si bien esto le puede otorgar un bonus
de confianza para seguir escalando, el "clic" mental tan esperado proviene de un
título de este calibre. Sin dudas, estos son los éxitos que transforman a un
gran jugador en un auténtico campeón. Es lógico que, si los tres principales
rivales están bien, puede costarle un tiempo volver a ganar un 'Major', pero ya
el salto de calidad lo dio y esa mochila tan pesada se la quitó.
Por eso, ahora dependerá del propio británico poder soltarse más y ser
noticia mucho más seguido, pero ya pudo dar este paso fundamental. Y vaya si lo
concretó con gran esfuerzo. En el camino hacia la final, Murray había cedido
tres sets, tras conseguir tres triunfos en tres parciales y otros tres en
cuatro. Le había dado mucho trabajo el español Feliciano López en la tercera
ronda y después supo remontar tras perder el primer set contra el croata Marin
Cilic, en cuartos, y ante el checo Tomas Berdych, en semi.
La final, ese "karma" que venía padeciendo en los Grand Slam, arrancó con
mucho viento y demasiados errores, en especial por parte de Djokovic, que
buscaba retener el título. Pudo el escocés tomar una ventaja de 2-0 en sets, el
primero ganado luego de un maratónico tie-break y el siguiente después de
adelantarse 4-0, quedar iguales y definirlo por escaso margen. Esa remontada
parcial le sirvió al serbio para tomar envión y, perdido por perdido, salió a
jugarse el resto.
Fue ahí cuando el duelo empezó a convertirse en finalísima, más por emoción y
adrenalina, que por tantos pasajes de un tenis de alto vuelo. Es cierto que
jugaron puntos magistrales y dramáticos, pero el factor sufrimiento y lucha fue
el que marcó el ritmo. Djokovic, más agresivo y preciso, se llevó dos capítulos
al hilo y fueron al quinto. Allí, cuando muchos creían que sería el ex rey el
ganador y afloraría el pasado del británico, se vio a un Murray que dio lo mejor
y aprovechó el bajón físico de su rival.
"Ganar así tiene doble valor", repitió el escocés, considerado por mucha
gente el más completo y más técnico del mundo, aunque la mayoría ve primero a
Federer en ese ítem. Por eso el campeón le dio un significado extra a este
triunfo heroico, porque supo reencaminarse en el quinto set y no titubeó. Tomó
más riesgos, soltó más el brazo cuando la raqueta más podía pesarle, a
diferencia de lo mostrado en los dos parciales previos, y cerró su proeza
tomándose el rostro, incrédulo, como si la hazaña fuese ajena.
Así fue como se cerró el círculo de los Grand Slam en 2012, con un reparto al
que no estábamos acostumbrados entre los varones, pero que sí se da seguido
entre las mujeres. Y pensar que Murray sumó su 24º título en un calendario en el
que, por ahora, suma sólo tres, una cifra menor a la de tres de los cuatro años
anteriores. Igual, esta vez la calidad supera a la cantidad, ya que logró su
primera medalla olímpica, y de oro, nada menos, y ahora hizo su sueño realidad
de conquistar un Grand Slam. Se lo tiene bien merecido.
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