NUEVA YORK -- El dios del Tenis bajó a la Tierra en misión de equidad y
justicia: "Repartiré el pan de la forma más ecuánime posible. Tú, Novak, llegas
acostumbrado del año anterior y te toca primero: Australia será tuyo, allí
ganaste por primera vez un Grand Slam, conoces el terreno como ninguno. Rafa,
dueño de la tierra batida, amo de los partidos épicos y las zapatillas manchadas
de naranja, disfrutarás en tu querido Roland Garros. Roger, nadie mejor para
vestir de blanco con el trofeo de Wimbledon... Y tú, Andy...", miró el dios para
el costado, bajó su voz..., "he sido algo injusto contigo, pero es cierto que no
te has portado bien. Es tiempo de que crezcas: ganarás tu primer Grand Slam en
el US Open y así tu pertenencia al Big Four será justificada".
Fue lo único que dijo el dios del Tenis. No permitió preguntas y se marchó
volando hacia su lugar de origen. Nadie sabe bien dónde es; nadie sabe cuándo
volverá.
El US Open 2012 comenzó con calor extremo, humedad insoportable y una
tendencia extraña: partidos con ventaja de dos sets a cero que se terminaban
perdiendo. Terminó con viento frío que exigía campera, una final de 2-0 en sets
que casi se da vuelta pero no, y un campeón de Grand Slam inédito: Andrew
Murray. Por segunda vez en los últimos 31 torneos de Grand Slam (Del Potro, en
US Open 2009, y Murray en US Open 2012), el ganador no se llama Federer,
Djokovic o Nadal.
El escocés obtuvo membresía de platino en el grupo de los Big Four con su
primer Grand Slam, el primero para un británico en 76 años. "Cuando sacaba en el
último game, pensaba en qué tan grande iba a ser ese momento para la historia
del tenis británico. Me han preguntado muchas veces cuando estuve cerca, y en
especial desde que gané los Juegos Olímpicos: '¿Cuándo vas a ganar un Grand
Slam?'. Es genial haberlo hecho, finalmente. Espero que esto inspire a los niños
a jugar al tenis y termine con esa noción de que los tenistas británicos tenemos
miedo, flaqueamos, no ganamos o no es un buen deporte", se abrió Andy en rueda
de prensa.
Murray, nacido en Dunblane hace 25 años, se preocupa por el tenis británico
cuando le preguntan. La vieja historia de "cuando gana, es británico; cuando
pierde, es escocés" es real, en la prensa y el público del tenis de su país, al
extremo de existir una famosa página de Internet creada para reírse de esa
separación, el AndyMurrayometer, que calcula su porcentaje de britanidad. Al
escribir este texto, alcanzaba el 99%.
Antes que escocés o británico, Murray es una persona que sentía en sí misma
el dolor de los flaqueos y derrotas en partidos importantes. El título en los
Juegos Olímpicos sirvió para quitarse el mono de la espalda, como dice la frase
en inglés sobre la barrera que ya no es insuperable. "Para mí, Andy ganó su
segundo Major", decía Ivan Lendl en los pasillos del Arthur Ashe.
El checo es parte fundamental del logro de Murray. La relación comenzó en
diciembre y, nueve meses después, parió el primer Grand Slam. Desde que dejó de
competir, Lendl había desechado "alrededor de diez propuestas", recuerda, para
ser entrenador. Eligió a Murray y había una simbiosis en ese dúo: el
checoeslovaco, luego checo, más tarde estadounidense, demoró cinco finales de
Grand Slam para ganar su primer título (perdió Roland Garros 81, Australia 83 y
US Open 82 y 83, antes de obtener Roland Garros 84). La coincidencia podría no
haber sido tal si Murray se imponía en la semifinal de Australia recuerdan la
dolorosa derrota ante Djokovic, 7-5 en el quinto- o la final de Wimbledon con
Federer.
Otra casualidad: la final del US Open duró cuatro horas y 54 minutos, lo que
igualó el récord para la definición del torneo más larga, que Lendl perdió en
1988 ante Mats Wilander. "'Alivio' es la mejor palabra que podría usar para
describir cómo me siento ahora", reconoció Murray. "Si hubiera perdido este
partido después de estar dos sets arriba, habría sido uno difícil de digerir".
La progresión de 2-0, 2-2 y 3-2 le da valor agregado a su primer título
grande. El primer set, que duró 86 minutos, fue un paso clave. El viento no era
huracanado pero parecía, y Murray sacaba ventajas como lo había hecho contra
Tomas Berdych. Rebanadas de slice, pelotita envuelta con la derecha para que
aterrice dentro del rectángulo, ángulos cortos, solidez sin espectacularidad...
En un contexto de peloteos temerosos, Murray se mostró con dudas para cerrar,
pero sacó los dos mejores tiros del final.
Del otro lado, Djokovic parecía estar esquiando en la montaña de Kopaonik,
cerca del viejo restaurante de su padre. El revés era impreciso e impredecible,
no podía lograr buenos tiros cruzados, quedaba desarmado después de cada golpe,
lanzaba sonidos de incomodidad y queja, y era incapaz de pensar en la estrategia
porque primero debía asegurarse de bajar la cantidad de errores. Miraba a su
banco y sonreía, sonrisa irónica. Ellos ya habían visto esa escena del Nole
frustrado a la luz del día, en la primera parte del partido con David Ferrer.
Aquí no había tornado que salvara al serbio.
Sin embargo, no hay que subestimarlo jamás. De pronto, enchufa el cable y se
activa. El segundo set pasó de 4-0 y 5-2 de Murray a 5-5. Eran momentos en los
que el escocés encontraba dolores en los que antes no se fijaba, cometía errores
tras los cuales dejaba escapar insultos al aire, arrastraba sus pies entre los
puntos, su cabellera ya bien desprolija, y encontraba refugio en la toalla.
"Pégale con top, con top toda la tarde, estúpido", se gritaba Murray. Pese a
que pudo ganar ese segundo set (Djokovic tuvo un lapsus en el peor momento), la
sensación era que el tercero sería para el serbio. El viento ya no era tan
molesto, Djokovic ganaba en precisión e insistía sobre la derecha del rival. Los
apostadores online expresaban la oportunidad de la recuperación: los principales
sitios de Internet mostraban cuotas de ganadores parejas aun cuando el serbio no
había ganado el tercer set. Djokovic es famoso por luchar hasta el final; Murray
lo era por perder finales de Grand Slam.
¿Lograría Nole la primera recuperación de 0-2 en sets en la final del US Open
desde 1949? El pasado reciente le daba crédito al Nº 2 del mundo, que traía un
invicto de 27 partidos en cemento en Grand Slam. Fue suyo el cuarto set y en ese
momento, Murray "pidió minuto" para ir al baño.
"Tenía que pensar y me dije: 'Es un set más. Da todo lo que tengas. No te
vayas lamentándote. No seas duro contigo. Sólo trata y lucha'. Sirvió para
estabilizarme".
El quiebre en el primer juego fue central, ayudó a su confianza. Djokovic
siguió peleando pero las piernas no lo acompañarían en el final del viaje
(¿funcionó para Murray la ventaja del día extra de descanso?). El minuto para
masajes que recibió Nole en el último cambio de lado le quitó buena parte del
apoyo del público el aplauso irónico que él le dedicó no contribuyó a amigarse-
y Murray, aun con pensamientos sobre la
historia del deporte británico en su
cabeza, cerró el partido con autoridad. Necesitó de un Ojo de Halcón
milimétrico. Todo sirve.
La ansiedad cubrió a los asistentes en las filas más bajas. Algunos
permanecieron parados para ver el epílogo. Sin exageraciones: la ovación que
recibió Murray en cada punto del último game fue más ruidosa influencia
decisiva de la inmensidad del estadio y el patrón cultural estadounidense
contrastado con el británico- que la que podía recibir en Wimbledon.
La derecha de Djokovic se fue larga, Murray no sonrió, se agachó un par de
veces, abrumado por la situación, y recibió el abrazo del rival. Los festejos
son muy personales, no hay coreografías obligatorias: el escocés lo hizo con
perfil bajo, apenas unas lágrimas, mientras comenzaba a sonar "Start me up", de
los Rolling Stones. Para las fotos, no olvidó buscar en el raquetero el reloj de
la marca que lo esponsorea.
Media hora más tarde, mientras Andy brindaba la rueda de prensa del campeón,
su grupo celebraba con champagne en una sala de jugadores semidesierta. Djokovic
y su equipo lo cruzó camino a los coches y todos se saludaron amistosamente ante
la presencia de quien esto escribe: Nole abrazó a Jez Green, preparador físico
del escocés, y Andy Ireland (sí, el fisioterapeuta de Murray tiene ese apellido)
recibió amables puñetazos de su colega Miljan Amanovic, que bromeaba: "Esta vez
ganaste vos". Jelena, la novia de Nole, lanzó una felicitación general, que Kim
Sears, la novia de Andy, agradeció en voz baja.
Minutos más tarde, Murray se sumó al brindis. Habría un festejo íntimo de
madrugada, al que lógicamente no estábamos invitados. La agenda de Murray indica
pocas horas de sueño, levantarse a las 9 para la sesión de fotos en Central
Park, entrevistas y regreso al hogar con el trofeo en el bolso.
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