Manuel Santana se retiró del tenis hace 40 años, tras ser durante casi dos décadas uno de los escasos héroes de los que entonces daban aliento a este país. Pero, lejos de haber perdido popularidad, sigue siendo una presencia cercana y querida por todos.
Este
lunes, el campeón de Wimbledon 1966, el hombre que hizo a España no dormir para
presenciar dos finales de la Copa Davis, el hombre que sacó al tenis de los
clubes e inició el proceso que llega hasta Rafael Nadal y la actual situación
de España como líder mundial del deporte de la raqueta, vino en taxi a MARCA, a
recibir una Mención Especial por nuestro 75º aniversario. "El taxista no
me ha querido cobrar", contaba. "Con la que está cayendo. Me ha
dejado su dirección para que le envíe una foto dedicada".
Conocemos a Manuel Santana, queda dicho, como
el campeón de cuatro torneos de Grand Slam (Wimbledon 1966, Roland Garros 1961
y 64 y US Open 1965), finalista de Copa Davis y vencedor de decenas de torneos
pistas clásicas como Montecarlo a Bastad o Estoril. Ídolo nacional primero, y
después personaje del tenis como técnico, capitán de Copa Davis o, como ahora,
director del Mutua Madrid Open.
Lucha constante.
Pero es
menos conocido que su carrera es la de una persona hecha a sí misma, vencedora
de barreras y dificultades. Empezando por que él no estaba predestinado a jugar
al tenis, un deporte en los años 50 fuera del alcance de un chavalín de familia
humilde como Manolín Santana, cuyo padre pasó 10 años en la cárcel tras la
Guerra Civil, y su madre, doña Mercedes, tuvo que sacar adelante a su hijos con
la colaboración que estos le pudieran prestar. "Vi mi primera pista a los
10 años" —recuerda— "porque mi hermano mayor era recogepelotas de un
club, con lo que ganaba unas pesetas para ayudar en casa, y un domingo se
olvidó el bocadillo.
Mi madre
me dijo que fuera a llevárselo y me quedé fascinado con lo que vi".
Después siguió yendo porque consiguió convencer al encargado de que le dejase
ir también, igual que su hermano. Y pudo hacerlo "porque sabía que era
para ayudar" a su familia. Santana cree que nada sucede por casualidad. En
aquellas pistas, las del Club Velázquez, próxima a su casa, en López de Hoyos y
a las que iba en tranvía, conoció a Lilí Álvarez, la primera tenista española
en jugar una final de Wimbledon.
Allí se
fabricó su primera raqueta con el respaldo de una silla, tuvo la primera de
verdad, regalada por un socio, y aprendió a jugar. "Nadie me enseñó. Probé
muchos trucos para tener algo de precisión con aquellas raquetas". También
ganó su primer trofeo, el del campeonato de recogepelotas que organizó un socio
del club. "Esa copa la tuvo siempre mi madre. En toda mi carrera, la gran
campeona ha sido mi madre". Una familia, los Romero Girón, le protegió
"aunque nadie pensaba en que fuera tenista".
Le
pusieron un profesor de tenis, un australiano llamado Jack, y estudió el
bachillerato. "Ahí estaba yo en el Instituto San Isidro, con 15 años y
entre chavales de 9 ó 10", cuenta. Llegado el momento, partió hacia el
estrellato.
Español por el mundo
De sus
andanzas por el mundo, en los años 60, cuando era uno de los pocos españoles
con contacto con el exterior, quedó para él "mucha formación, aquello me
enseñó mucho -cuenta-. Veía los contrastes entre España y otros países. Me
preguntaban por Franco y la política.
Yo
aguantaba el tirón como podía", pues luego tenía que volver. Para la
historia del tenis, Santana ha quedado como un tenista un tanto heterodoxo, muy
creativo. Quizá herencia de aquellas primeras raquetas y también de que tenía
que innovar pues, señala: "Jugaba con rivales que me sacaban una cabeza.
Aprendí mucho de las derrotas, les daba mil vueltas". De hecho, el partido
que más recuerda fue uno de Wimbledon, en 1962, frente a Rod Laver, que perdió
19-17 en el quinto set. "Pensé que jugando así, algún día le
ganaría". Laver forma, junto a Rafael Osuna, Pancho González, Roy Emerson
y Nicola Pietrangeli, el Olimpo de sus tenistas favoritos. Tras ellos, McEnroe,
Borg, Sampras, Agassi y de los actuales, Nadal y Federer. Nadie le esperó en el
aeropuerto después de ganar Roland Garros Manolo Santana es el primer nombre
propio del tenis nacional.
Sus
éxitos, tanto a nivel individual como formando parte del equipo de Copa Davis,
sirvieron para que el deporte de la raqueta se hiciera notar en nuestro país.
"Cuando gané Roland Garros en 1961 no vino nadie de la Federación a verme
a París. Viajé con la familia Romero-Girón y mi entrenador. Y vine como me fui.
Nadie vino al aeropuerto y el triunfo apenas tuvo recorrido", comenta el
madrileño. "Quizá las victorias posteriores en Roland Garros (1964), US
Open (1965) y Wimbledon (1966), además de una eliminatoria de Copa Davis en
Barcelona en la que ganamos a Estados Unidos (1965) puso de moda el tenis en
España", dice.
Rodeado de personajes de renombre
Santana
fue uno de los personajes más importantes de su época. "Conocí a don Juan
Carlos cuando aún era príncipe. Además, somos de la misma quinta (1938); él de
enero y yo de mayo. Nació entre nosotros una relación especial. Como yo no era
profesional, jugaba torneos amateur y cobrar bajo la mesa (se ríe). Entre
ellos, Estoril, donde vivia su familia. Vino a verme a Montecarlo... Siempre
tuvo muy buen trato conmigo". Manolo siente especial devoción por Rafa
Nadal, al que cataloga como "mi deportista preferido". "Tengo la
suerte de conocerle bastante bien. Es una persona extraordinaria y un
profesional como la copa de un pino. Siempre le meto en marrones y nunca me ha
dicho que no. Es un tío que da gusto tener a tu lado porque es igual de
sencillo y humilde que cuando le conocí siendo un chaval", destaca Santana
sobre el actual campeón en Madrid.
Santana
es madridista confeso y no dudó cuando Santiago Bernabéu le fichó para su
sección de tenis. "En invierno entrenábamos en el Frontón Madrid, donde
tenía sus oficinal en Madrid. Se me caía la baba cada vez que Rial, Gento o Di
Stéfano pasar a mi lado. Uno mis recuerdos más bonitos de don Santiago es
cuando vino con su esposa, doña María, la final de Copa Davis de 1965 a
Australia ¡Con el calor que hacía!. ‘Ánimo, chaval’, me gritaba". Santana
conoció a Lilí Álvarez en el Club Velázquez. "Me maravillaba verla
entrenar con esa falda larga y una cinta al pelo. Es la primera tenista
importante a nivel internacional que yo conocí. Recuerdo que una vez me dijo
que había ganado tres veces Wimbledon y yo le pregunté: ‘¿Wimbledon? ¿Y eso qué
es? Mira por donde luego sería yo el que ganara en Londres", cuenta
sonrisa en rostro.
Manuel
Santana se retiró del tenis hace 40 años, tras ser durante casi dos
décadas uno de los escasos héroes de los que entonces daban aliento a
este país. Pero, lejos de haber perdido popularidad, sigue siendo una
presencia cercana y querida por todos.
Este lunes, el campeón de Wimbledon 1966, el hombre que hizo a España no
dormir para presenciar dos finales de la Copa Davis, el hombre que sacó
al tenis de los clubes e inició el proceso que llega hasta Rafael Nadal
y la actual situación de España como líder mundial del deporte de la
raqueta, vino en taxi a MARCA, a recibir una Mención Especial por
nuestro 75º aniversario. "El taxista no me ha querido cobrar", contaba.
"Con la que está cayendo. Me ha dejado su dirección para que le envíe
una foto dedicada".
Conocemos a Manuel Santana, queda dicho, como el campeón de cuatro
torneos de Grand Slam (Wimbledon 1966, Roland Garros 1961 y 64 y US Open
1965), finalista de Copa Davis y vencedor de decenas de torneos pistas
clásicas como Montecarlo a Bastad o Estoril. Ídolo nacional primero, y
después personaje del tenis como técnico, capitán de Copa Davis o, como
ahora, director del Mutua Madrid Open.
Lucha constante
Pero es menos conocido que su carrera es la de una persona hecha a sí
misma, vencedora de barreras y dificultades. Empezando por que él no
estaba predestinado a jugar al tenis, un deporte en los años 50 fuera
del alcance de un chavalín de familia humilde como Manolín Santana, cuyo
padre pasó 10 años en la cárcel tras la Guerra Civil, y su madre, doña
Mercedes, tuvo que sacar adelante a su hijos con la colaboración que
estos le pudieran prestar.
"Vi mi primera pista a los 10 años" —recuerda— "porque mi hermano mayor
era recogepelotas de un club, con lo que ganaba unas pesetas para ayudar
en casa, y un domingo se olvidó el bocadillo. Mi madre me dijo que
fuera a llevárselo y me quedé fascinado con lo que vi". Después siguió
yendo porque consiguió convencer al encargado de que le dejase ir
también, igual que su hermano. Y pudo hacerlo "porque sabía que era para
ayudar" a su familia.
Santana cree que nada sucede por casualidad. En aquellas pistas, las del
Club Velázquez, próxima a su casa, en López de Hoyos y a las que iba en
tranvía, conoció a Lilí Álvarez, la primera tenista española en jugar
una final de Wimbledon. Allí se fabricó su primera raqueta con el
respaldo de una silla, tuvo la primera de verdad, regalada por un socio,
y aprendió a jugar. "Nadie me enseñó. Probé muchos trucos para tener
algo de precisión con aquellas raquetas". También ganó su primer trofeo,
el del campeonato de recogepelotas que organizó un socio del club. "Esa
copa la tuvo siempre mi madre. En toda mi carrera, la gran campeona ha
sido mi madre".
Una familia, los Romero Girón, le protegió "aunque nadie pensaba en que
fuera tenista". Le pusieron un profesor de tenis, un australiano llamado
Jack, y estudió el bachillerato. "Ahí estaba yo en el Instituto San
Isidro, con 15 años y entre chavales de 9 ó 10", cuenta. Llegado el
momento, partió hacia el estrellato.
Español por el mundo
De sus andanzas por el mundo, en los años 60, cuando era uno de los
pocos españoles con contacto con el exterior, quedó para él "mucha
formación, aquello me enseñó mucho -cuenta-. Veía los contrastes entre
España y otros países. Me preguntaban por Franco y la política. Yo
aguantaba el tirón como podía", pues luego tenía que volver.
Para la historia del tenis, Santana ha quedado como un tenista un tanto
heterodoxo, muy creativo. Quizá herencia de aquellas primeras raquetas y
también de que tenía que innovar pues, señala: "Jugaba con rivales que
me sacaban una cabeza. Aprendí mucho de las derrotas, les daba mil
vueltas". De hecho, el partido que más recuerda fue uno de Wimbledon, en
1962, frente a Rod Laver, que perdió 19-17 en el quinto set. "Pensé que
jugando así, algún día le ganaría". Laver forma, junto a Rafael Osuna,
Pancho González, Roy Emerson y Nicola Pietrangeli, el Olimpo de sus
tenistas favoritos. Tras ellos, McEnroe, Borg, Sampras, Agassi y de los
actuales, Nadal y Federer.
Nadie le esperó en el aeropuerto después de ganar Roland Garros
Manolo Santana es el primer nombre propio del tenis nacional. Sus
éxitos, tanto a nivel individual como formando parte del equipo de Copa
Davis, sirvieron para que el deporte de la raqueta se hiciera notar en
nuestro país. "Cuando gané Roland Garros en 1961 no vino nadie de la
Federación a verme a París. Viajé con la familia Romero-Girón y mi
entrenador. Y vine como me fui. Nadie vino al aeropuerto y el triunfo
apenas tuvo recorrido", comenta el madrileño. "Quizá las victorias
posteriores en Roland Garros (1964), US Open (1965) y Wimbledon (1966),
además de una eliminatoria de Copa Davis en Barcelona en la que ganamos a
Estados Unidos (1965) puso de moda el tenis en España", dice.
Rodeado de personajes de renombre
Santana fue uno de los personajes más importantes de su época. "Conocí a
don Juan Carlos cuando aún era príncipe. Además, somos de la misma
quinta (1938); él de enero y yo de mayo. Nació entre nosotros una
relación especial. Como yo no era profesional, jugaba torneos amateur y
cobrar bajo la mesa (se ríe). Entre ellos, Estoril, donde vivia su
familia. Vino a verme a Montecarlo... Siempre tuvo muy buen trato
conmigo". Manolo siente especial devoción por Rafa Nadal, al que
cataloga como "mi deportista preferido". "Tengo la suerte de conocerle
bastante bien. Es una persona extraordinaria y un profesional como la
copa de un pino. Siempre le meto en marrones y nunca me ha dicho que no.
Es un tío que da gusto tener a tu lado porque es igual de sencillo y
humilde que cuando le conocí siendo un chaval", destaca Santana sobre el
actual campeón en Madrid.
Santana es madridista confeso y no dudó cuando Santiago Bernabéu le
fichó para su sección de tenis. "En invierno entrenábamos en el Frontón
Madrid, donde tenía sus oficinal en Madrid. Se me caía la baba cada vez
que Rial, Gento o Di Stéfano pasar a mi lado. Uno mis recuerdos más
bonitos de don Santiago es cuando vino con su esposa, doña María, la
final de Copa Davis de 1965 a Australia ¡Con el calor que hacía!.
‘Ánimo, chaval’, me gritaba". Santana conoció a Lilí Álvarez en el Club
Velázquez. "Me maravillaba verla entrenar con esa falda larga y una
cinta al pelo. Es la primera tenista importante a nivel internacional
que yo conocí. Recuerdo que una vez me dijo que había ganado tres veces
Wimbledon y yo le pregunté: ‘¿Wimbledon? ¿Y eso qué es? Mira por donde
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Manuel
Santana se retiró del tenis hace 40 años, tras ser durante casi dos
décadas uno de los escasos héroes de los que entonces daban aliento a
este país. Pero, lejos de haber perdido popularidad, sigue siendo una
presencia cercana y querida por todos.
Este lunes, el campeón de Wimbledon 1966, el hombre que hizo a España no
dormir para presenciar dos finales de la Copa Davis, el hombre que sacó
al tenis de los clubes e inició el proceso que llega hasta Rafael Nadal
y la actual situación de España como líder mundial del deporte de la
raqueta, vino en taxi a MARCA, a recibir una Mención Especial por
nuestro 75º aniversario. "El taxista no me ha querido cobrar", contaba.
"Con la que está cayendo. Me ha dejado su dirección para que le envíe
una foto dedicada".
Conocemos a Manuel Santana, queda dicho, como el campeón de cuatro
torneos de Grand Slam (Wimbledon 1966, Roland Garros 1961 y 64 y US Open
1965), finalista de Copa Davis y vencedor de decenas de torneos pistas
clásicas como Montecarlo a Bastad o Estoril. Ídolo nacional primero, y
después personaje del tenis como técnico, capitán de Copa Davis o, como
ahora, director del Mutua Madrid Open.
Lucha constante
Pero es menos conocido que su carrera es la de una persona hecha a sí
misma, vencedora de barreras y dificultades. Empezando por que él no
estaba predestinado a jugar al tenis, un deporte en los años 50 fuera
del alcance de un chavalín de familia humilde como Manolín Santana, cuyo
padre pasó 10 años en la cárcel tras la Guerra Civil, y su madre, doña
Mercedes, tuvo que sacar adelante a su hijos con la colaboración que
estos le pudieran prestar.
"Vi mi primera pista a los 10 años" —recuerda— "porque mi hermano mayor
era recogepelotas de un club, con lo que ganaba unas pesetas para ayudar
en casa, y un domingo se olvidó el bocadillo. Mi madre me dijo que
fuera a llevárselo y me quedé fascinado con lo que vi". Después siguió
yendo porque consiguió convencer al encargado de que le dejase ir
también, igual que su hermano. Y pudo hacerlo "porque sabía que era para
ayudar" a su familia.
Santana cree que nada sucede por casualidad. En aquellas pistas, las del
Club Velázquez, próxima a su casa, en López de Hoyos y a las que iba en
tranvía, conoció a Lilí Álvarez, la primera tenista española en jugar
una final de Wimbledon. Allí se fabricó su primera raqueta con el
respaldo de una silla, tuvo la primera de verdad, regalada por un socio,
y aprendió a jugar. "Nadie me enseñó. Probé muchos trucos para tener
algo de precisión con aquellas raquetas". También ganó su primer trofeo,
el del campeonato de recogepelotas que organizó un socio del club. "Esa
copa la tuvo siempre mi madre. En toda mi carrera, la gran campeona ha
sido mi madre".
Una familia, los Romero Girón, le protegió "aunque nadie pensaba en que
fuera tenista". Le pusieron un profesor de tenis, un australiano llamado
Jack, y estudió el bachillerato. "Ahí estaba yo en el Instituto San
Isidro, con 15 años y entre chavales de 9 ó 10", cuenta. Llegado el
momento, partió hacia el estrellato.
Español por el mundo
De sus andanzas por el mundo, en los años 60, cuando era uno de los
pocos españoles con contacto con el exterior, quedó para él "mucha
formación, aquello me enseñó mucho -cuenta-. Veía los contrastes entre
España y otros países. Me preguntaban por Franco y la política. Yo
aguantaba el tirón como podía", pues luego tenía que volver.
Para la historia del tenis, Santana ha quedado como un tenista un tanto
heterodoxo, muy creativo. Quizá herencia de aquellas primeras raquetas y
también de que tenía que innovar pues, señala: "Jugaba con rivales que
me sacaban una cabeza. Aprendí mucho de las derrotas, les daba mil
vueltas". De hecho, el partido que más recuerda fue uno de Wimbledon, en
1962, frente a Rod Laver, que perdió 19-17 en el quinto set. "Pensé que
jugando así, algún día le ganaría". Laver forma, junto a Rafael Osuna,
Pancho González, Roy Emerson y Nicola Pietrangeli, el Olimpo de sus
tenistas favoritos. Tras ellos, McEnroe, Borg, Sampras, Agassi y de los
actuales, Nadal y Federer.
Nadie le esperó en el aeropuerto después de ganar Roland Garros
Manolo Santana es el primer nombre propio del tenis nacional. Sus
éxitos, tanto a nivel individual como formando parte del equipo de Copa
Davis, sirvieron para que el deporte de la raqueta se hiciera notar en
nuestro país. "Cuando gané Roland Garros en 1961 no vino nadie de la
Federación a verme a París. Viajé con la familia Romero-Girón y mi
entrenador. Y vine como me fui. Nadie vino al aeropuerto y el triunfo
apenas tuvo recorrido", comenta el madrileño. "Quizá las victorias
posteriores en Roland Garros (1964), US Open (1965) y Wimbledon (1966),
además de una eliminatoria de Copa Davis en Barcelona en la que ganamos a
Estados Unidos (1965) puso de moda el tenis en España", dice.
Rodeado de personajes de renombre
Santana fue uno de los personajes más importantes de su época. "Conocí a
don Juan Carlos cuando aún era príncipe. Además, somos de la misma
quinta (1938); él de enero y yo de mayo. Nació entre nosotros una
relación especial. Como yo no era profesional, jugaba torneos amateur y
cobrar bajo la mesa (se ríe). Entre ellos, Estoril, donde vivia su
familia. Vino a verme a Montecarlo... Siempre tuvo muy buen trato
conmigo". Manolo siente especial devoción por Rafa Nadal, al que
cataloga como "mi deportista preferido". "Tengo la suerte de conocerle
bastante bien. Es una persona extraordinaria y un profesional como la
copa de un pino. Siempre le meto en marrones y nunca me ha dicho que no.
Es un tío que da gusto tener a tu lado porque es igual de sencillo y
humilde que cuando le conocí siendo un chaval", destaca Santana sobre el
actual campeón en Madrid.
Santana es madridista confeso y no dudó cuando Santiago Bernabéu le
fichó para su sección de tenis. "En invierno entrenábamos en el Frontón
Madrid, donde tenía sus oficinal en Madrid. Se me caía la baba cada vez
que Rial, Gento o Di Stéfano pasar a mi lado. Uno mis recuerdos más
bonitos de don Santiago es cuando vino con su esposa, doña María, la
final de Copa Davis de 1965 a Australia ¡Con el calor que hacía!.
‘Ánimo, chaval’, me gritaba". Santana conoció a Lilí Álvarez en el Club
Velázquez. "Me maravillaba verla entrenar con esa falda larga y una
cinta al pelo. Es la primera tenista importante a nivel internacional
que yo conocí. Recuerdo que una vez me dijo que había ganado tres veces
Wimbledon y yo le pregunté: ‘¿Wimbledon? ¿Y eso qué es? Mira por donde
luego sería yo el que ganara en Londres", cuenta sonrisa en rostro.
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