David Ferrer se clasificó para la
final de Roland Garros después de doblegar en tres mangas a Jo-Wilfred Tsonga.
Se trata de la primera final de Grand Slam para el tenista de Jávea, que
buscará la heroica el domingo ante Rafa Nadal.
Francia
soñaba con ver a un jugador local en la final de Roland Garros. Habían pasado
treinta años desde el último triunfo local (Yannick Noah, 1983)
y veían en Jo-Wilfred Tsonga el icono
perfecto para tomar el relevo. Alí, como le apodan por su parecido razonable
con el púgil, había noqueado a todos sus rivales sin ceder un solo set. Incluido
Roger Federer. Sin embargo, no contaban -o no querían
hacerlo- con David Ferrer, el hombre siempre a la sombra, el tenista
al que nunca se puede dar por ganado, el jugador al que el tenis le debe más de
una. Por ejemplo, permitirle jugar la final de un grande, algo que consiguió
tras vencer en semifinales por un marcador de 6-1, 7-6(3) y 6-2 tras dos horas
y cuatro minutos de juego en una Philippe Chatrier que acabó rendida a la
evidencia.
Ferrer dejó los nervios en el
vestuario y saltó al tapete sin complejos, todo lo contrario que su rival al
que la historia y el fantasma de Noah pareció intimidarle de manera excelsa. El
alicantino soltó el brazo y no tardó en tomar ventaja, una renta que estiró
hasta el sexto juego donde tuvo tres bolas para firmar un rosco. No lo hizo,
pero tampoco tuvo problema alguno en poner el broche a la primera manga tras 33
minutos de acción.
Tsonga intentó reaccionar en el
arranque del segundo acto jaleado por un público que se negaba a tirar la
toalla a las primeras de cambio. Un break del galo pareció alimentar la
esperanza local, pero pronto regresaron los errores no forzados de Jo. Tampoco
estuvo del todo fino Ferrer, que no aprovechó el regalo a modo de doble falta y
break del francés para voltear completamente el marcador. Llegó el momento
caliente del set y cada cual jugó sus cartas. Intercambio de golpes en versión
tenística. Ferrer salvó una bola de set en contra en el décimo juego y acabó
mandando el desenlace al tie-break. En la muerte súbita no hubo color, David
dominó de principio a fin y abrió brecha en la herida local.
Fiel
a su estilo
La noche parisina pedía paso al día a medida que el partido se consumía. También lo hacía la paciencia de Tsonga, minada por el marcador y el nivel exhibido por un Ferrer enchufado y paciente. Lo fue el de Jávea hasta lograr en el cuarto juego la ansiada ruptura. Fino, rápido e inteligente. Sin renunciar a su estilo ni a sus ideas. Ni el público ni Tsonga acabaron por conectarse a un partido que se decantó poco después de las dos horas. Victoria impoluta, merecida y que David guardará en el cajón de sus grandes gestas. No obstante, le vale para jugar la primera final de un grande y para recuperar el número cuatro del mundo pase lo que pase en el duelo decisivo.
Habrá
final española en París. Será la cuarta vez en la historia que ocurra tras las
victorias de Sergi Bruguera ante Alberto Berasategui (6-3, 7-5, 2-6, 6-1), de Carlos Moyà ante Alex Corretja en
1998 (6-3, 7-5, 6-3) y de Albert Costa ante Juan Carlos Ferrero en 2002 (6-1, 6-0, 4-6, 6-3).
Domingo: 15.00 horas. 24º capítulo del duelo entre Nadal y Ferrer (19-4 hasta
la fecha para el balear).
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