La guerra de los Tomic,
capítulo mil
Problemas con la policía. Cruces dentro del equipo de Copa Davis. Acusaciones de "falta de esfuerzo" y abucheo público. En paralelo a su oscilante -pero siempre prometedora- carrera
profesional, Bernard Tomic ha desarrollado una lista de antecedentes extra deportivos más que particular para sus 20 años. Pero todo terminó de
explotar hace unos meses, en Monte Carlo, cuando tras un confuso episodio en un
entrenamiento, el compañero de prácticas del australiano (el francés Thomas Drouet) acusó al padre y coach de Tomic (John) de haberlo golpeado. La causa
prosiguió, John fue condenado a ocho meses de prisión en suspenso (no deberá
ser encarcelado, aunque sí afrontar el costo económico) y se le revocó la
credencial para los torneos del circuito por 12 meses.
En plena ebullición del conflicto,
Bernard remarcó que seguiría trabajando con su padre, ante lo cual Drouet dijo
que el joven australiano había desarrollado "el síndrome de Estocolmo" y afirmó que John también le había pegado a su hijo durante
aquel entrenamiento en Monte Carlo. Esta semana, la historia fue más allá: el
francés difundió una suerte de diario personal a través de la prensa
australiana y en él insistió en la escena del supuesto golpe a Bernard,
denunció que John también supo dispararle a su hijo con una pistola de aire
comprimido hasta hacerle sangrar de una pierna y lanzó otras acusaciones de distinto
relieve; como que, en una ocasión, John los forzó a él y al español Salvador
Sosa (exintegrante del equipo) a dormir en los bancos de un aeropuerto para
ahorrarse dinero.
En diálogo con el periódico The Age,
John Tomic desestimó "el 90%" de los dichos de Drouet, le endilgó una
sed de "dinero y venganza" e insistió con su inocencia: "Voy a
asumir las consecuencias que deba, pero yo a él [Drouet] no lo golpeé. Fue un
choque de cabezas". Aunque agregó: "Cuando veo esta campaña contra mí
y contra Bernard realmente lamento no haberle pegado. Se lo merecía".
John asumió su "temperamento y
tensión", pero negó las acusaciones puntuales del francés: "Nunca le
levanté la mano a mis hijos. Soy un padre muy orgulloso y ellos me aman".
¿La escena de la pistola? "Es aire comprimido, cosa de chicos. La
compraron ellos. Pero no es más que plástico, un objeto de una tienda de
juguetes. No hubo sangre ni nada". Y la historia del aeropuerto reconoció
que existió, pero que no fue por dinero sino por "la imposibilidad física
de cambiar el vuelo". Nuevo fuego cruzado de una historia que, sabemos,
continuará...
Bostezo oriental
Pasan los años y la gira asiática
sigue siendo un problema para los occidentales. Al menos la primera semana, los
tenistas sufren más de la cuenta. Una de ellas fue Paula Ormaechea, quien se
solía despertar a las 4 de la mañana en Guangzhou. Esto no sería muy raro, a no
ser que la argentina estaba hace cuatro días en China. Es más, ya había caído
en el debut del torneo WTA de esa ciudad y su viaje a Tokio, donde pasó la
clasificación antes de caer con la rusa Svetlana Kuznetsova, estaba próximo.
"La verdad es que me costó mucho
más que en Australia", confesó. "Es mas, es la
primera vez que me cuesta tanto sobreponerme al jetlag. En Australia siempre me
adapté rápido. No sabría decir si afectó a mi juego. Uno quizás no está lo
descansado que quisiera, pero de ahí a saber si afectó, no lo sé".
Como consuelo, le quedó el saber que
varias de sus colegas sufrían lo mismo, aunque con el sabor amargo de que el
servicio de desayuno en el hotel se habilitaba muy tarde. ¿Lo positivo? Era
común que a las 9:15 de la mañana ya haya finalizado su entrenamiento.
Gulbis contra todos
Venía tranquilo este tramo del año
para Ernests Gulbis. Asentado en el Top 40, sin puntos importantes por defender
y a la expectativa de terminar la temporada en puestos de preclasificación para
Australia. De hecho esta semana ya aparece 27°, gracias a su título en San
Petersburgo. Pero en paralelo con su éxito deportivo, volvieron los dardos del
letón.
¿El principal apuntado? Novak
Djokovic. "No me cae demasiado bien. Nos conocemos desde los 12 años. Él
era normal, por entonces. Pero desde su primer gran resultado cambió. Sus ojos
cambiaron. Y no me gusta la gente que hace eso. Me gustan las personas fuertes,
a las que el éxito o el dinero no las modifica", disparó Gulbis en una
entrevista con una radio de su país.
Y sobre su postura desafiante en el
circuito, agregó: "A veces me gusta provocar. Ya dije alguna que otra vez
que los jugadores top son aburridos; simples máquinas gana-dinero. Todos actúan
igual. Yo no quiero ser igual. Yo quiero ser diferente".
Pero el N°1 del mundo no fue su única
presa esta semana. El letón también atendió al español Roberto Bautista Agut, a
quien venció por doble 6-3 en semifinales de San Petersburgo. El ibérico se
quejó de que las zapatillas de Gulbis hacían mucho ruido en la fricción con el
piso y que eso lo desconcentraba. La respuesta del campeón, a su estilo:
"Trato de no darle importancia a estas cosas, pero lo que dijo fue
ridículo. Se comportó como una princesita malcriada".
Warning para el público
Cuartos de final en el Challenger de
Quito. En cancha, dos jugadores mimados por el público local: Giovanni Lapentti
y Emilio Gómez. Gradas con buena concurrencia, partido parejo y una voz que,
según recapitula la web del torneo, resuena desde los altoparlantes: "A
los señores que dejaron sus autos mal estacionados, la Policía Municipal los
está sancionando y multando".
Pasó la advertencia, el umpire pidió
silencio y el juego siguió (estaban 4-4, a punto de comenzar el noveno game).
Pero la incertidumbre pudo más: decenas de espectadores se levantaron y fueron
corriendo a ver si estaban dentro de los afectados. Gómez y Lapentti se lo
tomaron con humor y se unieron a la risa general, antes de volver a lo suyo.
El arte al servicio del
tenis
Dmitry Tursunov acaba de vencer en
doble tiebreak a Marcos Baghdatis, en su debut en San Petersburgo. En
conferencia post partido, cuenta sus expectativas para lo que queda de la
temporada, marca que "la meta es ser Top 20" (ya fue 20°), pero hace
un alto y aclara: "Claro que para eso tengo que dejar de crear momentos
como los del segundo set hoy. Cuando podía simplemente ganar el partido me puse
a inventar algo, a hacer cosas estúpidas y terminé llevando el juego a otro
tiebreak".
Habiéndose metido él solo en el
terreno autodestructivo, la repregunta llamaba a la introspección: "¿Cuál
es la razón para que se den esos pasajes en tu tenis?". Pero el ruso salió
con altura: "Bueno, es que soy un artista de corazón. A veces quiero
mostrar un juego más vistoso que el que ofrece la situación. Tengo que
controlarme un poco. Debo tratar de ganar más que buscar la admiración del
público".
Quien sí dejó maravillados a los
espectadores fue Francesca Schiavone, en Seúl. "No, no eran fans míos, a
veces alentaban por mí, otras por Kimiko", se atajó luego de su choque de
cuartos con Date-Krumm. Pero luego le hicieron saber que efectivamente ella era
de las favoritas del público local y le explicaron que esa admiración residía
en su estético revés a una mano. "Oh, bueno. Gracias por disfrutar el
tenis", atinó a comentar la italiana, campeona de Roland Garros 2010. Y
recordó: "Nunca hubo una razón para que empezara a jugar así, de chica. Se
dio simplemente porque mi padre pegó siempre de esa manera y yo aprendí de
él".
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